El 29 de enero de 2023 escribí para El Periódico un artículo sobre un fenómeno que me parecía nuevo y paradójico: la extensión de la autocensura entre los periodistas.
La cuestión me preocupa. En teoría, en una democracia constitucional, el derecho a la libertad de expresión y de información se garantiza legal y prácticamente aboliendo cualquier tipo de limitación o coacción a las mismas, es decir, con la proscripción de cualquier tipo de censura.
Sin embargo, últimamente, están apareciendo formas de coacción no manifiestas que tienen que ver con la precariedad creciente en la que los periodistas ejercen su profesión.
Este era el planteamiento de mi artículo:
«Se habla mucho, últimamente, de desinformación y de la amenaza que supone para las democracias. Pero hay un fenómeno más sibilino, menos estridente, que puede erosionar, más si cabe, nuestras libertades. Se trata de la autocensura, un síndrome que empieza a afectar seriamente al periodismo y está poniendo en jaque la autonomía editorial y la independencia profesional. Es la autocensura.
No hay periodista que no lo haya experimentado alguna vez.
Empieza por la sensación, que los periodistas tienen, de que están cada vez más vigilados. Son muchas las personas que tutorizan su labor: asesores de comunicación que les sugieren temas y enfoques; spin-doctors que les indican cómo encuadrar en marcos mentales los hechos; y auténticas jaurías de odiadores profesionales que no perdonan ningún supuesto desliz ni nada que atente contra sus dogmáticos idearios, y que tienden a perseguir con especial ferocidad cualquier periodista, pero singularmente a las mujeres».
Aquí el texto completo del artículo:
Añadir comentario