Lo más significativo de los Juegos Olímpicos de las postrimerías del siglo XXI e inicios del XXI es su carácter de ceremonia semiótica global. A través de esta ceremonia –que se representa o celebra esencialmente en la inauguración de los juegos- se lanzan mensajes globales. Se re-construyen identidades, se crean marcas de ciudad y/o país –aparte de promocionar determinados productos-.
Barcelona, le dijo al mundo que existía como ciudad-mediterránea y aprovechó para reconstruir su identidad. China, que emergía y recuperaba o re-construía una identidad nacional basada tanto en la tradición como en la modernidad.
Gran Bretaña, que una pequeña isla tiene medios de resistir y pervivir en un mundo global combinando lo tradicional con su espíritu de innovación siempre utilitarista y comercial -con una industria que vender: la de su música y su cine-. Londres, de este modo, se ha hecho plataforma –a través de la ceremonia de inauguración, clausura y de la puesta en escena de la ciudad entera- de los valores semánticos y de los medios que han formado –a entender de los organizadores- la identidad británica. A saber, la campiña británica con su peculiar modo de vida, la literatura de las islas en lengua inglesa y su cine próximo a Hollywood, la música y la WEB (con un Berners Lee convertido en estrella mediática).
Obviamente Londres ha elegido todos aquellos elementos que circulan bien a través de las nuevas redes globales: el cine, la música, y la WEB –y, naturalmente, el deporte rey, el fútbol (Beckham). A esto ha añadido los elementos de postal turística propios de la ciudad: el uniforme de la guardia real y la propia Monarquía con una Isabel II casi eterna y los edificios emblemáticos de la ciudad, el Big Ben, el puente sobre el Támesis, etc.
Todo este paquete simbólico, arropado por tres aspectos semánticos que no puede faltar en nuestra cultura mediática actual: A) La empatía –incierto resultado que sólo se ha logrado potenciando el aspecto menos clasista de la sociedad británica, es decir, el pueblo-. B) La eficiencia –presente en la organización. C) La rentabilidad y el éxito–rentabilidad incierta, tras la multiplicación por tres del coste de inversión previsto inicialmente; pero éxito deportivo indiscutible para Gran Bretaña y probablemente industrial después de la inyección de promoción que ha recibido su industria cinematográfica y musical.
Paquete simbólico administrado con eficacia, cuidado por una realización televisiva impecable, acomodada a las exigencias nacionales de cada país participante, pero avanzada tecnológicamente y eficaz desde el punto de vista comunicativo.
El mundo entero ha comulgado con el mensaje de estos juegos. Todos somos partícipes ahora de la buena nueva creada en parte los los británicos, en parte por los Olímpicos: el mundo global «no defrauda». Progresa, integra a las mujeres y a todas las culturas, se reúne placentera y pacíficamente en un escenario visible al alcance de todos. Dialoga… pero, ¿qué hay de verdad y de bambalinas en ese escaparate ceremonial?
En el escenario, los valores eufóricos que ya se han citado. Entre bambalinas, en el trasfondo y debidamente ocultados todos los conflictos y crisis que configuran nuestro mundo: crisis civiles y militares, hambrunas, guerras, terrorismo, narcotráfico, corrupción financiera y moral, etc.
Esta ceremonia olímpica ha puesto el foco de la atención mundial en una construcción simbólica que muestra un mundo armónico, reglamentado en el que las naciones pueden escribir mensajes positivos, sin huella de conflictos. La política, la tensión social y la injusticia quedan expulsadas, fuera del paltó olímpico. Pero siguen contando tanto como el espectáculo.
Ésta es la gran virtud de esta ceremonia mítica que ya se inventó en Grecia pero que cumple ahora como nunca su función exorcizadora y mítica. Un nuevo relato global al alcance de todas las comprensiones y sensibilidades. No en vano se ha apoyado, esencialmente, en el imaginario literario y en la emotividad de la música que son lenguajes casi universales.air max 90 essential footlockerNike
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