La noticia de que cualquier persona puede publicar su propio libro directamente a través del nuevo servicio de Kindle Direct Publishing nos muestra el cambio profundo y silencioso que están viviendo los medios de comunicación clásicos a causa de Internet.
Más allá de la noticia, el servicio Kindle Direct Publishing pone de relieve un fenómeno paradójico: los formatos de contenidos tradicionales sobreviven a los cambios tecnológicos pero, en el fondo, sus tradicionales sistemas de producción y las cadenas de valor correspondientes se están arruinando a ojos vista[1].
Los periódicos, las programaciones televisivas, los diarios personales y los libros han pasado a la red conservando sus formas estéticas y organizativas. Y, sin embargo, todo ha cambiado en el fondo. Si hacemos caso de McLuhan cuando considera que todo medio de comunicación contiene en su interior a otro medio –“el contenido de la escritura es el discurso (…) el contenido de la imprenta es la palabra escrita”[2]– entonces, es el medio interior de cada medio -es decir, el que está en segundo plano- lo que ha cambiado. Pero ese cambio es sustancial.
Veamos, en primer lugar, las apariencias que se mantienen. Los periódicos en la red se parecen, a primera vista, a los de papel: organizan sus contenidos en los mismos géneros, secciones, medidas y estilos. Los programas de televisión pueden encontrarse en servicios a la carta en Internet, pero mantienen las resonancias de la emisión lineal en cadena, los tiempos, las locuciones. Los diarios personales, las bitácoras en la web, tienen aún las resonancias del diario escrito a mano y conservado celosamente en al secreto de un cajón. Los libros digitales, por su parte, reproducen incluso las texturas aparentes del papel, las mismas divisiones en capítulos e imitan el movimiento de páginas…
Sin embargo, más allá de las apariencias –insistimos-, los procesos de fondo y la arquitectura institucional y las cadenas de producción en que se fundaban los medios clásicos sí han cambiado enormemente.
Cambios en profundidad
Repasemos los cambios.
Los periódicos digitales[3], a diferencia de los tradicionales, son hoy ya un híbrido de lenguajes y medios –textual y audiovisual- tienen su fuerte en la interacción con la audiencia, en sus archivos, en la participación, y se saltan, a menudo, los filtros y los principios editoriales de antaño. Resumiendo y simplificando, lo que está cambiando es el periodismo.
La televisión, por su parte, ya no es lo que solía ser. En nuestros días, se consume en función de la situación y el deseo del usuario individual. Han caído, pues, las sujeciones y ritmos temporales. Se ha roto, además, la ligazón a un espacio concreto. Hoy en día las programación secuencial ha perdido peso y el sistema televisivo tiende a potenciar las series y los acontecimientos espectaculares –sobre todo, los deportivas- que tienen ritmos propios y que son ajenos a los de las cadenas clásicas.
Pero, además, es que sistemas de televisión en Internet -como You Tube, Vimeo[4]– han proporcionado la posibilidad de crear cadenas a la carta, para cada persona o institución que lo desee… Y todos sabemos que el valor de la televisión masiva consistía en su abrumadora singularidad y su prepotencia -con abuso notorio del factor «gran audiencia», factor que empieza ya a resquebrajarse-. Sabemos ya que no es lo mismo detentar un oligopolio que asegura audiencias millonarias que convivir con una oferta saturada y alcanzar audiencias limitadas… Lo que ha cambiado, a ojos vista, con ello es la estructura tradicional de la producción, la distribución y el consumo televisivos.
Los diarios personales estén en forma de blog o de red social- , en el fondo, al pasar a la red pierden sus virtudes propias. Ya no son secretos, ya no ayudan a cincelar pausadamente una personalidad. Al contrario, son gestos exhibicionistas que reclaman la hetero-dirección de la subjetividad de quienes los escriben para fortalecerse… Lo que cambia es la escritura de la subjetividad.
Los libros digitales, finalmente, sólo conservan su apariencia, pero han destrozado oficios y figuras como la del librero, la del editor, la del director de colecciones, y amenazan con extinguir la del bibliotecario. Entre el autor y el lector sólo media una tecnología en apariencia neutra. Con Kindle Direct Publishing cualquier persona puede –como indica la presentación del nuevo sistema-: “publicar sus propios libros en el Amazon Kindle Store. Es gratis y sencillo. Los libros publicados a través de KDP pueden beneficiarse del programa de 70% de royalties y pueden recibirse en Kindle, o a través de los apps de Kindle para iPad, iPhone, iPod touch, PC, Mac, Blackberry y sistemas basados en Android. Con KDP cualquiera puede publicar libros en inglés, alemán, francés, español, portugués e italiano y especificar un precio en dólares, libras esterlinas, y euros”… En definitiva lo que cambia es el mundo editorial.
Estamos ante una conservación de las formas y una mudanza profunda en la sustancia. En definitiva estamos ante la emergencia de un sistema de sistemas rotundamente nuevo y que acabará por imponerse.
Los antiguos oficios y poderes ya no son los que eran. Las tradicionales cadenas de producción se resquebrajan. Las personas tienen que cambiar de ámbitos y tareas. En fin, toda una seria y costosa transformación.
¿Quiere esto decir que no habrá ni cortapisas, ni barreras, ni filtros para la comunicación? Es pronto para saberlo, hay que esperar, pero no es iluso pensar que las habrá, aunque en apariencia no las haya.
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[1] No solo financieramente hablando, sino funcionalmente. Queremos decir que muchas de las estructuras antiguas pierden sentido pragmático.
[2] Cf. McLuhan, Eric y Zigrone, Frank: McLuhan, escritos esenciales. Barcelona, Paidós, 1998.
[3] Cf. Ciberperiodismo, en Anàlisi, nº 38, Departamento de Periodismo y Ciencias de la Comunicación, Universidad Autónoma de Barcelona.
[4] Cf. Rafael Díaz: El vídeo en el ciberespacio: uso y lenguaje, en Comunicar, nº 33, pp. 63-71.
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