La polémica sobre el estatuto ético, legal y jurídico de los blogs y sobre su fiabilidad -es decir, el grado de confianza que “a priori” se les puede conceder- se ha abierto, aunque de un modo algo fallido, a raíz del Informe del parlamento europeo sobre concentración y pluralismo de los medios de comunicación en la Unión Europa -2007/2253 INI-.
El debate, en este caso, lo ha abierto la diputada estona del grupo socialista, Marianne Mikko, al introducir en el citado informe, algunos párrafos dedicados a los weblogs. Pero la reacción que estos párrafos despertaron fue tan encendida y la polémica tan dura que tuvieron que ser eliminados in extremis del texto definitivo presentado a aprobación.
No es de extrañar el debate, porque la importancia cuantitativa de los blogs es creciente. Son ya más de 133 millones los que existen en el mundo -según el Informe anual sobre la blogosfera de Technorati- aunque sólo 1,5 millones, actualizados como mínimo una vez por semana, pueden considerarse realmente activos. Además, el desafío que presenta la comunicación-blog para una esfera pública , instalada aún en el pensamiento clásico sobre la libertad de expresión, resulta tan serio y decisivo, desde el punto de vista cualitativo, que no puede eludirse de ningún modo.
La redacción original consideraba que los blogs “son un medio común en expansión para la propia expresión, tanto de profesionales de los medios de comunicación como de personas privadas, pero que el estatuto de los autores y de quienes los publican, incluido su estatuto jurídico, no se define ni se deja claro ante los lectores de los weblogs, lo que provoca incertidumbres respecto a la imparcialidad, fiabilidad, protección de las fuentes, aplicación de códigos éticos y atribución de responsabilidades en caso de acciones judiciales”.
Esta consideración parece incontestable. Los webblogs – que potencian, sin duda, la expresión y la comunicación- se han introducido, en cualquier caso, en la esfera pública sin presentarse, sin llamar a la puerta y sin pedir ningún tipo de permiso– de ahí tal vez su enorme contundencia. De ahí, en buena parte también, la incertidumbre que pueden despertar en lo que se refiere a su fiabilidad y veracidad.
Este particular modo de irrupción (sin llamar a la puerta), hace perfectamente posible, confusa e incierta la visita. Es posible tanto falsear una autoría de blog -como, por supuesto, violentar una verdad o agredir con sus contenidos, o hacer sectarismo y adoctrinamiento. Pero, obviamente, también se puede a través de los weblogs, por el contrario, iluminar alternativas y contrastar puntos de vista diversos, así como acabar con aplastantes y abusivos silencios qeu ciertas censuras siembrean por doquier. Tal vez por todo ello, el informe al europarlamento, en su redactado original, iba más allá de la mera constatación de lo incierto de los blogs y proponía: “que se clarifique el estatuto, jurídico o de otro tipo, de los weblogs” (…) mediante “un etiquetado voluntario de los mismos con arreglo a las responsabilidades profesionales y financieras y los intereses de sus autores y de quienes los publican”.
Sin embargo, bien el momento y la ocasión –la discusión sobre concentración y pluralismo- no eran los oportunos, o el debate no estaba maduro aún, y la referencia a los weblogs, como hemos dicho, acabó suprimiéndose por completo del texto final.
Tal vez para algunos, la supresióon ha sido buena porque, según parecen opinar, no se debe ejercer ningún tipo de control sobre una expresión que debería ser, sobre todo, horizontal; y cualquier tipo de registro o etiquetado podría implicar –indirectamente- un control sobre el contenido (eurodiputado catalán de ICV, Raúl Romeva).
Buena la supresión también para los que piensan que «más que crear leyes y registros, lo que se debería hacer es un esfuerzo de formación para conseguir que los lectores puedan ejercer una lectura crítica y con lógica y decidir si lo que les están ofreciendo es veraz o no« (Silvia Llombart Directora del II Congreso Internacional de la Publicación Electrónica).
Desde mi punto de vista, en cambio, la cuestión tiene que seguir siendo debatida, tanto a en el Parlamento europeo como local y globalmente; especialmente por los ciudadanos de todo el mundo. No deberíamos renuncia, a mi entender, a acomodar la comunicación-blog a las normas comunicativas que aseguran una esfera pública igualitaria y democrática (que Habermas ha sabido describir) –normas que, sin duda, deben ser rescritas en la actualidad pero siguen rigiendo como valor. Ni la comunicación libre entre iguales, ni la expresión horizontal excluyen el respeto a tales normas. Stuart Mill, uno de los padres del liberalismo –sí: liberalismo- interpretaba, por ejemplo, que por el bien del debate público deberíamos rendir “honores a la persona que tiene la calma de ver y la honradez de reconocer lo que realmente sus adversarios son, así como lo que representan sus opiniones, sin exagerar nada de lo que les puede perjudicar, y sin ocultar tampoco lo que les pueda serles favorables. En eso radica la verdadera moralidad de la discusión pública” (Sobre la libertad). Y está claro que ese reconocimiento no puede darse sin, de alguna manera presentarse, dar la cara y asumir lo que se enuncia de un modo responsable, veraz y fehaciente.
Es también sin duda cierto que la capacidad crítica de los ciudadanos y su autonomía –es decir, una alfabetización mediática adecuada– es central para la calidad de la comunicación y decisiva en última instancia. Pero también es cierto que esta crítica y esta autonomía no surgen de la nada y sin apoyos y referencias firmes y públicas. La capacidad crítica viene siempre favorecida por la presencia de indicadores, el reconocimiento de estándares, la crítica y discusión sobre la fiabilidad de las fuentes y su veracidad, las etiquetas, avisos y certificaciones que ayuden a hacer más transparente el sistema comunicativo y a aumentar la seguridad de la ciudadanía a la hora de considerar la credibilidad de las fuentes y leer sus contenidos. Todo ello, también en la comunicación-blog -¿como no?- sigue siendo esencial.
La cuestión, aunque soslayada, no está resulta, sino candente y abierta. Por esto, pese a lo fallido de su intento, cabe agradecer a la diputada finlandesa y al Parlamento Europeo el haber tratado estos temas, aunque sólo haya sido de pasada. La fiabilidad de la comunicación blog no sólo tiene que ser discutida, sino que resulta críticamente discutible, como, por otra parte, lo será siempre cualquier cuestión que realmente valga la pena.